domingo, 18 de marzo de 2018
Con las alas en llamas
La forma de besar por primera vez a una mujer es como la cata a un buen vino, hay que hacerlo lentamente, reteniendo el sabor de su boca entre labios antes de
pasarlo al paladar. Después hay que degustar esa boca ajena en todas las combinaciones posibles, en las diferentes estaciones, en los lugares más inimaginables y en los
horarios más distendidos. Porque el beso, tal como el vino, necesita del aire para acentuar su sabor, del tiempo para mantenerlo y de la paciencia para añejarse. Hay
amores que sólo nacen a través del primer beso y amores que son eternamente jóvenes por la magia de dos bocas buscándose por siempre.
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